Tal vez sea Nueva Orleans. Un café que debe haber conocido tiempos mejores pero aún conserva un encanto particular. Probablemente está nublado, pero no llueve todavía. El cielo blanco, luchando por contener el líquido que le inunda las entrañas. Seguro que no amaneció aún, pero el sol acecha. Y sabés que va a brillar sobre vos como tanto odiás, cuando al fin te desmayes sobre una cama revuelta.
Ella reina con un martini en la mano y una sonrisa que nada tiene de borracha. Ella reina. Reina de Corazones, veterana en las trampas de la pasión. No me ames, te previene desde el primer instante, pero no hay caso. Es lo único en lo que jamás la vas a obedecer. Aunque veas en sus ojos los mismos cuchillos que te van a lacerar la carne, las intenciones asesinas, no apartás la mirada. Y estás perdido, por siempre jamás.
Ella reparte destinos suicidas con una impunidad que ya es tierna de tan cruel. Ya ríe demasiado estrepitosa, probablemente tropiece cuando se levante y cinco brazos fuertes se ofrezcan a sostenerla. Pero ella te mira a vos, con ojos caníbales. Hay furia en su cuerpo de vendaval. Cómo osaste despertar su furia, cachorro insensato? Va a sonreír mientras mastique tus huesos desolados.
Y te besa, celosa, y es como mejor besa. Muerde. Si sangrás mejor. Si sus uñas decidieran vengarse en tu espalda de tu falta de imaginación... Cachorro iluso.
Esta noche duerme en otra cama. En cualquier cama que elija, porque todas son su reino. Y aunque sepas que te piensa en otras manos, se te van a enredar las venas en el cuello y vas a ansiar con locura dejar de latir.
Te vas a emborrachar, la vas a buscar noches infinitas. Tal vez en Nueva Orleans, en un café triste que todavía conserva su huella de rouge en el espejo. Creíste que te iba a durar en la boca su gusto a ron. Pensabas que te la podías quedar, nene... Cómo amabas que te dijera nene.
Callate, no la ames. No se lo digas ni en la cama. Son las reglas del juego que más te gusta jugar.
Fuck the Queen of Hearts.